viernes, 13 de marzo de 2015

Viaje al santuario de la Mariposa Monarca, la narrativa de nuestra experiencia.


           



       
       El pasado viernes 6 de marzo en punto de las 7:30 de la mañana, un grupo de niños y niñas, todos estudiantes de la escuela primaria Mariano Jiménez turno matutino abordamos el autobús 5006 de la línea Parhikuni tomando la ruta Morelia-Ciudad Hidalgo, a la salida de esta población tomamos la carretera a Maravatío, pasando por Irimbo y en el entronque desviamos a la comunidad de Áporo, y de ahí a Angangueo y Ocampo, lugar donde se encuentra ubicado el santuario más grande que existe de la Mariposa Monarca, se dice que alberga al 44% de las mariposas que llegan a México, conocido también como Ejido El Rosario.

Después de 3:30 horas de camino, sin muchos contratiempos (solo niños mareados) llegamos al estacionamiento del santuario desde el cual caminamos aproximadamente 3 kilómetros cerro arriba hasta alcanzar los 3600 metros sobre el nivel del mar, esto nos hizo sentir extraños a muchos.

A la entrada del santuario, nos formamos en filas y nos organizamos en quipos para apoyarnos en las observaciones y en el ascenso, la maestra adquirió en taquilla los boletos de todos y se nos asignaron 2 guías, que son gente de la comunidad, un señor y una señora con tal vez más de 50 años que afirman subir y bajar a la reserva ¡al menos unas 4 veces al día! (nosotros subimos tomando descansos, uff).

Se permite la entrada al público desde las 9 de la mañana y se cierra alrededor de las 5 de la tarde, hace mucho frío así que dudo que alguien quiera permanecer en el fuera de estos horarios.

Primero en una sala como recepción nos pusieron un video acerca de las mariposas y su ruta migratoria, además nos especificaron las reglas para estar en la reserva, la primera y más difícil fue permanecer en silencio, era tanto nuestro asombro que queríamos gritar las cosas que veíamos, con todo y eso lo logramos y en unos minutos nos acostumbramos a hablar bajito.

La segunda instrucción que se nos dio fue no salirnos del sendero marcado con cuerdas a los lados de las escalinatas y brechas, no comer ni dejar ningún tipo de basura y sobre todo, NO TOCAR LAS MARIPOSAS, aunque parecieran muertas o tiradas en el camino puesto que muchas de ellas permanecen inmóviles resguardándose del clima pero a la mínima brisa cálida volvían a volar.

Mientras más íbamos subiendo más mariposas podíamos ver, algunas volaban, muchísimas otras formaban los racimos de los árboles, que aunque cada mariposa no pesa más de medio gramo ya en montón lograban doblar hacia abajo las ramas, en otros casos se apreciaba el acto de apareamiento entre ellas, el guía nos explicó que las mariposas hembras y machos se pueden diferenciar, aunque a simple vista son muy parecidas, las primeras se distinguen por tener las líneas negras de entre las alas un poco más gruesas y los machos por su parte tienen dos puntos oscuros en las alas bajas, además son ligeramente más grandes.

Ya en la cima del santuario el tiempo máximo permitido para permanecer es de 30 minutos, no éramos los únicos visitantes así que no podíamos amontonarnos todos allá arriba, tomamos algunas fotografías, sin flash, porque tampoco está permitido, y logramos ver que cuando las nubes dejaban pasar algunos rayos de sol muchas mariposas se desprendían de los racimos para volar un poco, algunas tal vez entumidas caían al suelo antes de elevarse (era preciso estar atentos para no pisarlas) y se quedaban quietas cuando se nublaba de nuevo.

Algunas personas tuvieron la suerte de que las mariposas se paraban en su ropa y en sus cabezas como si fueran adornos, entonces debían quedarse quietos o moverse muy despacito para no asustarlas.
Entre las personas que nos encontramos en la reserva eran extranjeros, con cámaras y todo, posando como nosotros, parecían ser de china, pensando en eso nosotros no viajamos de tan lejos para poder verlas.

El descenso fue organizado de nuevo por los guías, nos explicaron que la ruta debía ser otra para no toparnos de frente a los turistas que venían subiendo, así la bajada fue mucho más rápida. Paramos en la entrada de santuario para descansar las piernas y recuperar el aliento, muchos aprovechamos para visitar el WC y nos preparamos para pasar por los puestos de comida y artesanías (lapiceros, tazas, imanes, playeras, servilletas, manteles y ropa en punto de cruz) que hay en el camino entre el estacionamiento y la entrada al santuario.

Los platillos más vendidos eran el pollo y guajolote en consomé, mole, quesadillas de guisado y pescado frito o empapelado, lo último nos impresionó a muchos porque no vimos ríos o lagos cerca dónde podían pescarlo y estábamos muy lejos del mar. También vendían pan de nata, dulces, artesanías y ropa bordada por los artesanos locales. En general los precios no fueron muy elevados, aunque muchos no traíamos para un pescado de 100 pesos pero como era viernes de vigilia los platillos sin carne eran más baratos, muchos otros niños llevaban comida de su casa.

Nos reunimos de nuevo en el estacionamiento, la maestra de Aula de Medios nos dijo que debíamos dejar limpio el lugar donde estuvimos “Tan limpio como si no hubiéramos estado ahí o mejor, si se puede” también organizaron algunos juegos en los que todos participáramos para relajarnos antes de abordar para el regreso.

Como a las 4:00 pm la maestra pasó lista arriba del autobús, tomaron la pastilla para el mareo los que la necesitaron y al poco rato salimos de regreso a Morelia, el regreso fue más fácil, muchos ya estábamos cansados; la mayoría se durmieron por lo que ya no hubo tantos mareados.

Aproximadamente a las 7:40 pm el autobús se estaba estacionando de nuevo en la puerta de la escuela, muchos de nuestros papás estaban ya parados en las banquetas esperándonos, alguien dijo “Parece que se quedaron ahí todo el día”. La maestra nos fue entregando y anotando en una lista quién se iba con quién, ya había oscurecido y todos veníamos muy contentos.

Narrativa colectiva, 4° B