El
pasado viernes 6 de marzo en punto de las 7:30 de la mañana, un grupo de niños
y niñas, todos estudiantes de la escuela primaria Mariano Jiménez turno
matutino abordamos el autobús 5006 de la línea Parhikuni tomando la ruta
Morelia-Ciudad Hidalgo, a la salida de esta población tomamos la carretera a
Maravatío, pasando por Irimbo y en el entronque desviamos a la comunidad de
Áporo, y de ahí a Angangueo y Ocampo, lugar donde se encuentra ubicado el
santuario más grande que existe de la Mariposa Monarca, se dice que alberga al
44% de las mariposas que llegan a México, conocido también como Ejido El
Rosario.
Después de 3:30 horas de camino, sin muchos contratiempos
(solo niños mareados) llegamos al estacionamiento del santuario desde el cual
caminamos aproximadamente 3 kilómetros cerro arriba hasta alcanzar los 3600
metros sobre el nivel del mar, esto nos hizo sentir extraños a muchos.
A la entrada del santuario, nos formamos en
filas y nos organizamos en quipos para apoyarnos en las observaciones y en el ascenso,
la maestra adquirió en taquilla los boletos de todos y se nos asignaron 2 guías,
que son gente de la comunidad, un señor y una señora con tal vez más de 50 años
que afirman subir y bajar a la reserva ¡al menos unas 4 veces al día! (nosotros
subimos tomando descansos, uff).
Se permite la entrada al público desde las 9 de
la mañana y se cierra alrededor de las 5 de la tarde, hace mucho frío así que
dudo que alguien quiera permanecer en el fuera de estos horarios.
Primero en una sala como recepción nos pusieron
un video acerca de las mariposas y su ruta migratoria, además nos especificaron
las reglas para estar en la reserva, la primera y más difícil fue permanecer en
silencio, era tanto nuestro asombro que queríamos gritar las cosas que veíamos,
con todo y eso lo logramos y en unos minutos nos acostumbramos a hablar bajito.
La segunda instrucción que se nos dio fue no
salirnos del sendero marcado con cuerdas a los lados de las escalinatas y
brechas, no comer ni dejar ningún tipo de basura y sobre todo, NO TOCAR LAS
MARIPOSAS, aunque parecieran muertas o tiradas en el camino puesto que muchas
de ellas permanecen inmóviles resguardándose del clima pero a la mínima brisa
cálida volvían a volar.
Mientras más íbamos subiendo más mariposas
podíamos ver, algunas volaban, muchísimas otras formaban los racimos de los
árboles, que aunque cada mariposa no pesa más de medio gramo ya en montón
lograban doblar hacia abajo las ramas, en otros casos se apreciaba el acto de
apareamiento entre ellas, el guía nos explicó que las mariposas hembras y
machos se pueden diferenciar, aunque a simple vista son muy parecidas, las
primeras se distinguen por tener las líneas negras de entre las alas un poco
más gruesas y los machos por su parte tienen dos puntos oscuros en las alas
bajas, además son ligeramente más grandes.
Ya en la cima del santuario el tiempo máximo
permitido para permanecer es de 30 minutos, no éramos los únicos visitantes así
que no podíamos amontonarnos todos allá arriba, tomamos algunas fotografías,
sin flash, porque tampoco está permitido, y logramos ver que cuando las nubes
dejaban pasar algunos rayos de sol muchas mariposas se desprendían de los
racimos para volar un poco, algunas tal vez entumidas caían al suelo antes de
elevarse (era preciso estar atentos para no pisarlas) y se quedaban quietas
cuando se nublaba de nuevo.
Algunas personas tuvieron la suerte de que las
mariposas se paraban en su ropa y en sus cabezas como si fueran adornos,
entonces debían quedarse quietos o moverse muy despacito para no asustarlas.
Entre las personas que nos encontramos en la
reserva eran extranjeros, con cámaras y todo, posando como nosotros, parecían
ser de china, pensando en eso nosotros no viajamos de tan lejos para poder
verlas.
El descenso fue organizado de nuevo por los
guías, nos explicaron que la ruta debía ser otra para no toparnos de frente a
los turistas que venían subiendo, así la bajada fue mucho más rápida. Paramos en
la entrada de santuario para descansar las piernas y recuperar el aliento,
muchos aprovechamos para visitar el WC y nos preparamos para pasar por los
puestos de comida y artesanías (lapiceros, tazas, imanes, playeras,
servilletas, manteles y ropa en punto de cruz) que hay en el camino entre el
estacionamiento y la entrada al santuario.
Los platillos más vendidos eran el pollo y
guajolote en consomé, mole, quesadillas de guisado y pescado frito o
empapelado, lo último nos impresionó a muchos porque no vimos ríos o lagos
cerca dónde podían pescarlo y estábamos muy lejos del mar. También vendían pan
de nata, dulces, artesanías y ropa bordada por los artesanos locales. En
general los precios no fueron muy elevados, aunque muchos no traíamos para un
pescado de 100 pesos pero como era viernes de vigilia los platillos sin carne
eran más baratos, muchos otros niños llevaban comida de su casa.
Nos reunimos de nuevo en el estacionamiento, la
maestra de Aula de Medios nos dijo que debíamos dejar limpio el lugar donde estuvimos “Tan limpio
como si no hubiéramos estado ahí o mejor, si se puede” también organizaron
algunos juegos en los que todos participáramos para relajarnos antes de abordar
para el regreso.
Como a las 4:00 pm la maestra pasó lista arriba
del autobús, tomaron la pastilla para el mareo los que la necesitaron y al poco
rato salimos de regreso a Morelia, el regreso fue más fácil, muchos ya estábamos
cansados; la mayoría se durmieron por lo que ya no hubo tantos mareados.
Aproximadamente a las 7:40 pm el autobús se
estaba estacionando de nuevo en la puerta de la escuela, muchos de nuestros
papás estaban ya parados en las banquetas esperándonos, alguien dijo “Parece
que se quedaron ahí todo el día”. La maestra nos fue entregando y anotando en
una lista quién se iba con quién, ya había oscurecido y todos veníamos muy
contentos.
Narrativa colectiva, 4° B
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